martes, 28 de agosto de 2012

El Milagro De P.Tinto

Estaba sentado viendo una de las películas de mi colección y en un cambio a pantalla negra me sorprendí reflejado en el televisor con una sonrisa de oreja a oreja, dicho descubrimiento me agrado de tal manera que de ahí en adelante no pude más que disfrutar cada parte de la película de una manera casi que golosa, como si fuera un postre de esos diminutos que algunas veces uno ha comido y que le despiertan todos los sentidos( no solo el gusto) al punto que es casi un requerimiento comerlo a pocos y con calma; casi de una manera infantil, celosa incluso. Nadie se puede atrever  a pedirte ni un solo pedazo y es necesario además dejar el empaque limpio; no puede quedar si quiera un trozo pegado  porque sería un pecado  mortal, y  a esa excitación que empezó por el paladar se van uniendo poco a poco los demás sentidos, el olfato que encuentra mil posibilidades en los olores que emanan de tal manjar, la piel que se eriza de placer y se abre a las caricias, la vista que inundada de colores dilata las pupilas y el oído que se agudiza: estos dos últimos no con un objetivo hedonista sino mas bien protector: claro, hay que estar pendientes del entorno, no se sabe cuando pueda aparecer la típica amiga que siempre quiere “una probadita” de lo que estas comiendo y al final te deja mirando como devora tus viandas. Curiosamente esa sonrisa que me acompañaba a ver la película era la  misma que tenía cuando la vi por primera vez, debe saber el lector que soy un poco maniático con las películas que me gustan y que es posible que las vea una y otra vez, es decir quizá esta sea la cuarta o quinta vez que veo este filme, quizá eso haga mas alegórica mi sonrisa y más grande mi sorpresa, quizá de ahí que allá decidido escribir un poco sobre los sentimientos que me despierta el filme y claro sobre el filme como tal.

 
Siempre he tenido la sensación de que esta película es capaz de volverme la inocencia a la vida,  con cada imagen y cada risotada encuentro que todas las cosas pueden ser tan bellas y divertidas como uno lo desee, si ya sé que suena a cliché, pero por dios de vez en cuando nos podemos dar esa oportunidad, ver las cosas desde otra óptica nos hace bien y si esa óptica es sencilla y un poco infantil mucho mejor, no se trata de dejar todo el espíritu “critico” y la “madurez” de lado, es más bien abrir los ojos y ver un poco mas allá, a veces nos encerramos de tal manera en nuestra cotidianidad que todo termina por perder el encanto, el brillo, el color que siempre ha tenido y siempre tendrá, los placeres de la vida muchas veces están limitados a una tarde de sol o incluso un aguacero torrencial en buena compañía,  solo se requiere de un poco de imaginación, del deseo de creer, como cuentos de hadas que fueron escritos solo para nosotros en donde la magia está hecha a nuestra medida, donde no hay zapatillas de cristal ni calabazas, pero de seguro hay tenis sucios y transmilenio (léase metro o autobús para quienes no viven en Bogotá), y es que póngase a pensar, si usted no saca una historia de un viaje en transmilenio está en la olla, solo póngale un poco de creatividad, cámbiele un poco las facciones a su vecino de viaje y hágalo un príncipe, también es necesario cambiarle un poco los modales pero no entremos en nimiedades, haga que los vagones huelan a flores, a bosque  y si se baja en la estación de la trece imagine que es blanca nieves y que las palomas vienen a su encuentro por su infinita belleza y pureza o, bueno use los atributos que a usted mejor le vayan y le permitan conectar la realidad con la fantasía y si le gustan los príncipes a caballo, dese una vuelta por el parque nacional y échele el ojo a uno de la policía montada, por lo demás se vale jugar a ser inocentes, crédulos, simpáticos, habladores, soñadores, pero jamás idiotas, torpes, maleducados o groseros.
 
Quizá el mundo en el que vivimos no nos permita hacer muchas cosas que deseamos, como el viaje a Europa en invierno,  los piques en Japón o las vacaciones en la toscana, sin embargo de seguro tenemos la existencia llena de recuerdos hermosos,  de besos de buenas noches, de paseos de olla, de bailes de adolescencia, de primeros besos, momentos que jamás nadie ha vivido que han sido tan mágicos y que nos han hecho sonreír con el deseo de vivirlos una y otra vez. En medio de esta  carrera contra el tiempo es bueno sentarse por un momento y descansar, evaluar cuanto se ha aprendido para  crear un cielo hecho de recuerdos y dejar volar la imaginación.
 
 Ah sí, la película, bueno lo mejor es que la vean, ya por lo menos saben lo que me inspira y lo que me llevo a escribir, quizá sea necesario que ustedes mismos se descubran sonriendo frente al televisor para que puedan compartir estas palabras, los dejo con la frase de cierre de la película: Lo más grande de esta aventura estaba en lo que nosotros habíamos aprendido de ella, por eso estoy ahora con los ojos cerrados y subido alto muy alto cerca de donde se guardan los deseos, he subido aquí para pedir desde mi corazón revivir los momentos más felices, momentos que solo un hijo sería capaz de regalarme.
 
 
 
El milagro de P. Tinto es una película surrealista cómica española estrenada en 1998, dirigida por Javier Fesser y escrita por él mismo junto con su hermano Guillermo Fesser.
 
 
 

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