A decir verdad Calle 13
no es de mis grupos favoritos, ni si quiera se acerca a lo que podría ser uno
de los más sonados en mi reproductor de música, sin embargo me ha sorprendido
un par de veces, y ha sido de una manera tan categórica que me ha dejado con la
boca abierta, casi que de una manera simbólica he tenido que quitarme el
sombrero de mis prejuicios y hacer una reverencia frente a tal cumulo de
belleza, es como si toda la profundidad que omitieron en todas las canciones
anteriores decidieran ponerla en una sola convirtiéndola en una alegoría a la
vida. La primera vez que sentí tal emoción con una de sus canciones fue cuando
escuche Latinoamérica, las letras, las músicas y las imágenes del video me
hicieron estremecer y sentir tan orgulloso de ser latino, que mas allá del implícito
un tanto de izquierda de la canción, encontré todo el calado de nuestras raíces
y la esencia de nuestros antepasados,
toda la historia que se ha construido a través del tiempo haciéndonos tan únicos
y llenos de espíritu, la tradición, el color que nos ronda y el fuego de estas
almas valientes, alegres y nobles. Si, evidentemente me gusto, y pensé que esa
sorpresa solo me la llevaría una vez, hoy mientras hacía “zapping” en la televisión
me encontré con algo nuevo, ni mis oídos
ni mis ojos podían dar crédito a tal belleza, mi habitación se inundo de esos
ires y venires de alma que nosotros de la manera más simplista llamamos suspiros
y quede absorto frente a tal demostración de sentimiento, no pude más que pensar inmediatamente en mis anhelos; en el deseo
inmenso de encontrar alguien para quien pueda pintar paisajes, alguien que me
quiera tomar de la mano y llevarme de viaje por parajes desconocidos, pensé en
las sonrisas que tengo para compartir, en las miradas honestas que no hacen
promesas pero que cumplen, en los ojos que son ventanas y en los besos que son
alas, fue inevitable entonces cerrar los ojos y decir en voz alta: “Dame la
mano y vamos a darle la vuelta al mundo”.
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