miércoles, 19 de septiembre de 2012

CUENTO No. 1 (DEL ENCANTO DE LA MUERTE)


De repente, murió: que es cuando un hombre llega entero, pronto de sus propias profundidades. Se pasó para el lado claro. La gente muere para probar que vivió. Pero ¿qué es el pormenor de ausencia? Las personas no mueren. Quedan encantadas; deslumbradas al contemplar su espíritu desnudo, hecho de recuerdos y de sueños, como si por primera vez se encontraran a si mismas y se percataran de su belleza, de las alas que siempre cargaron a la espalda y nunca quisieron usar, del corazón que les late dentro y que pocas veces se atrevieron a sentir. Ian no fue la excepción, al despertar en el lado claro quedo aturdido por el estentóreo silencio, sin embargo dentro de si ya conocía lo que venía en adelante (de alguna manera al cruzar la línea, todos nos hacemos conscientes de lo que es importante y de lo que debemos hacer al estar del otro lado, como si la pasada vida nos hubiera preparado para ello). La delgada silueta sacudió el polvo ocre de sus vestiduras mientras daba un vistazo alrededor y contemplaba la maravilla de su creación; infinidad de colores llenaban el espacio y un aroma conocida iba y venía robándole una sonrisa de los labios, para al final deshacerlo en suspiros, lleno de anhelo y sin pensarlo demasiado emprendió el viaje en búsqueda de la razón que ahora era el sentido de su existencia.

Aunque Ian había tratado de imaginar muchas veces el lado claro, no dejaba de sorprenderse con cada paso que daba, en la vida se había hablado tanto de este y de tantas maneras que era casi imposible hacerse una imagen concreta, a pesar de ello, recorría sus caminos con la facilidad de un conocedor hallando en trozos de pasado vestigios de futuro y en quiméricos anhelos el cenit de su busqueda. Estaba seguro que le gustaría indagar un poco más, quizá poderse desviar un poco del camino y ver que había mas allá, responderse  a las preguntas que siempre se hizo y por un momento sentirse dueño de la verdad. Perdido en  el éxtasis de sus ansias, sus pasos se hacían pensamientos y su mente viajaba por lugares inimaginables, de repente algo llamo su atención trayéndolo de vuelta al lado claro, una figura desconocida danzaba suavemente con el viento a la mitad de la vera, alargabase y encogiase con cada bocanada de aire llenándose  de sensualidad  y misticismo; la extensión de sus brazos pareció saludarlo con cariño y luego de acogerlo en su cálido seno, quedose con sus recuerdos en medio de un oscuro abrazo. Olvido era su nombre y era el más temido de todos los seres del lado claro; quienes eran seducidos  por su encanto jamás llegaban a su destino, disipaban los sueños: la energía y en la paz de una mente en blanco se perdían los individuos para nunca conocer la eternidad.

Durante largo tiempo estuvo Ian preso del Olvido y en su mente no hubo interés alguno, mas el destino conspirador encargose de traerle con el viento el aroma de su amada y como un rayo volvieron los recuerdos y su corazón adormilado volvió a latir, cada latido se convirtió en un paso y cada paso en esperanza, y se hizo Ian luz que viajaba velozmente tratando de cumplir la cita que toda la vida había esperado, mas no fue suficiente el deseo de su corazón, el tiempo siguió su marcha mientras él se perdió en el olvido y el llamado que se disponía a contestar no supo esperarle; inevitablemente no lo logro.

Desde lejos la diviso con una sonrisa en los labios y los ojos llenos de lágrimas. Ahí estaba ella, tan bella como la recordaba; diáfana, con la mirada clara y ese olor lleno de momentos de alegría, solo unos minutos quedaban y aunque sabía que ya no seria suya la eternidad, corrió a su encuentro pleno de esperanza y el anhelo de sentir su calor solo una vez más antes de caer al lado oscuro, hizo que sus alas se desplegaran y voló. Sus ojos se encontraron en la mitad del momento hablando de tardes de domingo metidos en la cama planeando futuros rosa y sus manos se extendieron buscando la salvación, apenas si sus palmas se rozaron  y el tiempo termino, un abismo al lado oscuro se abrió entre ellos y mientras con los ojos se decían adiós, Ian cayó. Los miedos que le habían seguido hasta aquí se habían hecho realidad, la tristeza se apodero de si y desde lo más profundo de su corazón un grito eterno se escapo hablando del amor perdido. Cerró los ojos; sabia que de nada le serviría luchar, se dejo caer y su cuerpo ya sin energía espero por el final.

Un golpe seco se escucho, ella aun no volvía en sí, sus ojos abiertos de par en par contemplaban a Ian, él, que comprendía que más que un sueño había sido una epifanía, que esta oportunidad de renacer y encontrarse con ella era única, salto del suelo frio a la tibieza de la cama y mirándola a los ojos, se perdió en el abrazo eterno que se habían prometido, mientras su corazón y su boca repetían al unisonó: no existe más muerte, que el tiempo que no estoy junto a ti.  

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